Antes de empezar, me gustaría aclarar que esta es la primera de tres publicaciones que haré sobre el estoicismo. ¿Por qué? Porque, si no, quedaría una publicación demasiado larga. En la primera trataré el estoicismo antiguo, en la segunda, el estoicismo tardío y, en la última, las malas interpretaciones del estoicismo que he encontrado en el desarrollo personal.
Sin más que decir, comencemos.
Estoicismo: una palabra que aparece hasta en la sopa, una filosofía que ha sido apropiada por el desarrollo personal, sobre todo, masculino, de un modo bastante superficial. Hoy parecería que ser estoico es ser una persona fría a la que nada le importa. Por eso, considero que es parte de mi tarea desmontar este mito y explicar qué es el estoicismo.
Introducción: un poco de historia
El estoicismo es una corriente filosófica que surge de la mano del filósofo Zenón de Citio (334 - 262 a. C.) en el período Helenístico (323 - 31 a. C.), una época de crisis e incertidumbre para los griegos, pues se estaban desintegrando las polis (ciudades-estado) griegas.
El período helenístico abarca desde la muerte de Alejandro Magno (323 a. C.) hasta la conquista de del Mediterráneo oriental y Asia Menor por parte del Imperio Romano (31 a. C.). Se lo denomina de esta manera porque se da una expansión de la cultura griega, gracias a las conquistas del gran emperador romano. Este período histórico se caracteriza por grandes e importantes cambios políticos debido, en parte, a la muerte de Alejandro Magno, pues desencadena la división y fragmentación del imperio construido por el emperador, lo que devino en constantes guerras por el poder. De modo más especifico, el período helenístico significó la desintegración de las polis griegas.
Es en este período de crisis, justamente, en el que nacen filosofías como el estoicismo y el epicureísmo, que buscaban traerle tranquilidad al ser humano en una época tan convulsa.
El estoicismo, a su vez, se divide en tres períodos: el estoicismo antiguo, el estoicismo medio y el estoicismo tardío. Aunque el primero sienta las bases del estoicismo, el más famoso y citado, sobre todo, hoy, es el último. A esta etapa pertenecen Epicteto, que fue un esclavo, y Marco Aurelio y Séneca, grandes políticos romanos. Si bien el estoicismo antiguo desarrolló todo un sistema filosófico, estos últimos pusieron su foco en la ética.
Centrándonos en el primero, además de Zenón, otro estoico antiguo importante es Crisipo. Las ideas estoicas nos llegaron a partir de fragmentos indirectos gracias a la recopilación hecha por Diógenes Laercio. Es a partir de esos fragmentos que se ha podido reconstruir su sistema de pensamiento.
Entonces, el estoicismo surge para traer tranquilidad al hombre en una época de crisis e incertidumbre y, también, como un rechazo al platonismo. De hecho, el estoicismo tiene una concepción materialista del mundo, la igual que el epicureismo. De esto se deriva su visión empirista del conocimiento. Esto quiere decir que todo es materia y que el fundamento del conocimiento está en la experiencia, es decir, en lo que se percibe a través de los sentidos.
Entonces, iniciemos con una breve presentación de su concepción metafísica para pasar luego a la visión ética de la filosofía en cuestión.
La metafísica del estoicismo antiguo
En términos generales, los estoicos tenían una concepción materialista y determinista del mundo y, también, una concepción empirista del conocimiento. Concebían alma como un hálito (pneûma en griego) o aliento cálido de naturaleza material.
A su vez, distinguían dos causas del cosmos, eternas e indestructibles ambas: la materia y la Razón. La primera es la sustancia informe y sin cualidad, y se caracteriza por ser la causa paciente. Y se identifica con los cuatro elementos en conjunto y sin distinción.
Por otro lado, la causa agente, entonces, es Dios, que es concebido por los estoicos como la Razón, o Lógos en griego. Al conformar el mundo, el Principio Divino queda de modo latente en todas las cosas como principio teleológico de generación, pues Dios contiene las formas activas de todas las cosas, que pueden entenderse también como las razones seminales o semillas.
Lo concebían de modo material como un Fuego eterno —idea que heredaron de Heráclito— que, en períodos cíclicos y delimitados, engendra todas las cosas y, luego, las reintegra en sí mismo tras una conflagración universal. De ahí, inferían la idea de un eterno retorno.
De su concepción metafísica, se desprende la idea del destino, de que todo está ya prefijado en el principio Divino. Dicho de otra manera, el mundo estaría ordenado según la razón y la providencia, es decir, que todo sucedería sgún la providencia. Ahí radica su visión determinista de la realidad.
Por otro lado, es importante destacar la concepción estoica del alma como un hálito (pneûma en griego) o aliento cálido de naturaleza material —el cual se extiende por todo el cuerpo— que persisitiría tras la muerte hasta la conflagración universal, tras la cual se reintegraría al alma universal, ya que es parte, o una porción de ella, pues el alma y, en especial, la parte racional (llamada hegemonikón), es una porción del Lógos en tanto Fugo Divino.
La ética del estoicismo antiguo
Entonces, si todo está prefijado en el Lógos, surge la pregunta: ¿en qué sentido se puede hablar de libertad?, ¿en qué sentido puede atribuirse responsabilidad moral a los individuos? Y este es el gran problema que, desde mi punto de vista, presenta el estoicismo. La única libertad que tiene el individuo es cumplir con el designio Divino con asentimiento, es decir, aceptar conscientemente las leyes naturales y, por tanto, Divinas. La única libertad del ser humano, entonces, radica en cambiar la actitud interior.
Si todo está determinado por el principio racional Divino (el Lógos) que todo lo gobierna, la virtud del hombre radicará solo en vivir de acuerdo con ese Principio que está expresado, o manifestado, en la misma naturaleza, pues es inmanente al cosmos y a todo lo que lo compone. Por lo tanto, la virtud es actuar o vivir conforme a la propia naturaleza que es como un reflejo de la naturaleza cósmica universal. Y esto quiere decir vivir de acuerdo con la recta razón, pues esta es una porción de la Razón Divina. Siguiendo a Heráclito los estoicos sostienen que el Lógos humano participa del Lógos Divino. En resumen, la tesis del estoicismo es vivir de acuerdo con el designio Divino. Y ahí radica la felicidad o vida dichosa para el hombre.
Respecto a la virtud, para los estoicos, o se tienen todas las virtudes o no se tiene ninguna; o se es virtuoso o se es vicioso. No hay término medio, no hay lugar para la moderación. Y no parecen distinguir la posibilidad de un progreso moral gradual en el individuo. Cabe aclarar que para algunos estoicos la virtud puede perderse y para otros no.
Las virtudes más importantes para el estoicismo son, desde mi punto de vista, la prudencia (phrónesis) y la templanza (sophrosyne). La prudencia se caractetiza por el conocimiento de lo bueno y lo malo que permite al hombre actuar rectamente. La templanza es la disposición inquebrantable a seguir la recta razón, es decir, a no se dejarse vencer por las pasiones (emociones).
La pasión y el placer, a su vez, son contrarios a la virtud. La pasión se caracteriza por un movimiento irracional en contra de la naturaleza. Y el placer como una exaltación irracional ante un estímulo que nos parece apetecible. Si la virtud es lo racional, todo lo que se salga de ella, por ende, será irracional.
De todo esto, se desprende que el sabio estoico es un hombre virtuoso que sigue de modo inquebrantable la recta razón. Se caracteriza, también, por la apatía o el ser desapasionado, es decir, por estar libre de inclinaciones y no dejarse arrastrar por las pasiones. En ese sentido, es alguien que tiene un perfecto dominio sobre sí mismo. Por ello, el sabio es imperturbable. Esto se debe a que el sabio es aquel que tiene el hegemonikón en orden y, por tanto, no tiene conflicto moral. Además, lleva una vida austera. Por ende, vive acorde con la naturaleza y, como resultado, lleva una vida dichosa.
Conclusión:
En conclusión, el único poder del hombre, para los estoicos, radica en aceptar la inexorabilidad del destino y cambiar la actitud ante la vida. Entonces, el camino que puede seguir el individuo para tener una vida mejor es lograr la fortaleza interna para aceptar y enfrentar las pruebas que la vida le presenta con serenidad. Pues ahí radica la virtud y, por tanto, la felicidad o vida dichosa. La vida dichosa está en vivir conforme a la naturaleza, es decir, aceptar el designio Divino y no dejarse arrastrar por vicios ni pasiones. Solo de este modo, se puede alcanzar la imperturbabilidad o serenidad (ataraxia) para afrontar la vida.
Bibliogrfía:
Copleston, F., Historia de la Filosofía 1, Grecia y Roma, Editorial Ariel, Barcelona, 1994.
Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, trad. García Gual, C., Alianza Editorial, Madrid, 2007.
me corroe la curiosidad por leer el tercer articulo sobre malas interpretaciones :)